sábado, 13 de marzo de 2010

CRÓNICAS PORTEÑAS


CAFÉ CON AYERES

Ya no había gritos ni alegrías. Mucho menos la voz de Carlos en un ambiente encantado de Pernot.
La historia se derrumbaba sola en su final. Rodeada la noche de tormenta. Fileteado el cielo de relámpagos. Carente de charlas florecidas en mesas lozanas de porvenir. Más bien en medio de una soledad atravesada de ayeres y surcos en la piel gastada de frustraciones.
Tito y Jorge se comunicaban entre prolongadas ausencias de palabras como umbrales del próximo café. Ajenos a la fresquedad adormecida en el pasado. No eran tiempos de jactarse con la venturosa utopía de proyectos ni sueños. Justamente… estos volaron magullados de muerte en plena tragedia filosófica. Huídos para siempre de esa tasca urbana de remembranza.
Era una charla austera de gestos. Rica en misterios. Con preguntas evitadas para no echar sal sobre la herida. Ni siquiera una parodia ridículamente disfrazada de vida.
La lluvia afuera no daba treguas. Escenario noctámbulo de violácea humedad. Tito hubiese dado todo por empaparse hasta la amnesia. Zigzagueando el automatismo que conduce al calabozo de nostalgias. La trampa inagotable en que el destino solía esperarlo con la complicidad gustosa y asumida de Jorge.
Charlotea la lluvia contra una ventana vacía de jolgorio. Como una loca a punto de explotar irritada de pelear contra su sombra.
Entonces ella penetró la escena con acostumbramiento obvio. Deshilachada. De rostro gris y una mirada hecha añicos, reciclada cuando clavó sus ojos en él, como quien destila secretamente el veneno de los años. Solo una mera y equívoca percepción de su atisbo pintado de indigencia. En realidad solo venía a rescatarlo del mal trago del ocaso. Bastó con un instante. Después desapareció como siempre. Dejando dudas respecto a su existencia. Apaciguando, en este caso, el dolor de una amarga y anunciada despedida.
Jorge viola por un instante la profundidad del mutismo. Alrededor la poesía caía exhausta y nadie reparaba en su final.


REMO

1 comentario:

  1. viejos cafés con aire al Buenos Aires del pasado!, que lindo es conectarse con esas épocas misteriosas donde el uso del viejo y conocido TIEMPO era otro...¿más tranquilo tal vez?, ¿con menos prisas? y sin celulares que llaman interrumpiendo un rico café y transportándonos a otro lado repentinamente sin poder disfrutar como se merece la ultima gota de nuestro café...

    abrazos!!, muy buena nota amigo!!

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