domingo, 21 de octubre de 2012

“EL PICHI”


Ahí viene…
con sus diez años pesándole como un siglo,
cuando debieran
levitar sobre sus hombros
como globos de colores.
Llega de la sudestada
que le arranca
la tibieza de un tirón.
Del temporal que lo dejó
sin techo,
sin fosforescencia en la mirada,
sin una mísera sonrisa
en los bolsillos descocidos.
Cabalga desde una tierra a la que le dicen “Tranquila”,
que sufre la quemazón en un pecho
cansado de gritar…
Viaja en el viento desde un laterío
de atardeceres,
huérfanos de leche y galletitas.
Cruza el puente
demorando una eternidad,
con la parsimonia de quien acarrea
cientos de noches mal dormidas.
Lo espera un día (otro…y van)
de sueños inalcanzables,
y dar la vida por
alguna pinturita choreada
para colorear, apenas,
un garabato parecido a la alegría.
Ocho horas de escuela
para calmar la congoja…ese dolor
que aparenta ser más viejo
que los abuelos jamás conocidos.
Después lo de siempre:
cirujear la tarde,
entre Barracas y La Boca.
Buscar en el basurero del crepúsculo
aquella caricia, que se le adhiera a la mejilla
aunque sea por un rato.
Hasta emprender la vuelta
a  la desidia…al olvido…
porque en la urbe se pronostican
cacerolazos de odio…
Y es mejor, estar a salvo.
Al fin y al cabo en “La Tranquila”, en la villa, ellos no entran.

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